Relatos bajo la forma mágica de una propiedad ajena, la del lector. Autoría encubierta en mentira y espejo del que no soy... del que lee. Siniestro juego, encanto de una pasión más allá de mí mismo, inscripta en un otro siempre ausente de mí... agonía de un deseo que se hace signos: símbolos de quienes somos o hacia donde vamos... Entre el silencio y la línea que nos divide: palabras, traducciones de nosotros mismos, lenguajes de nuestra propia ausencia.

viernes, 23 de enero de 2015


A medida que pasa el tiempo

me resulta espantoso pensar en el amor.

Como una cama con sábanas manchadas

o una habitación en penumbras 

donde nunca entra el sol.

Hay cierta propiedad de las cosas,

una manera efímera

en la que es posible la existencia.

Todo está sumido en un abismo

maquillado con sueños de verano.

A medida que pasa el tiempo

va tomando cierto matiz dramático.

Todo libro tiene una última página.

Toda historia tiene un punto final.

Y al fracaso mismo del corazón

se reducen todas las historias de amor que se repiten.

El amor, lejos de ser lo que aprendí,

es una enfermedad extraña,

una especie de síntoma que terminará cuando me cure.

A medida que pasa el tiempo

y me acerco a la muerte,

 veo al amor como un recuerdo,

una estampa ingenua...

algo que traté de entender

pero muy lejos de lo que me dijeron

y terriblemente espantoso en el ocaso.