La mayor parte de los procesos de salud-enfermedad tienen una resolución vital en la plenitud del conocimiento de la propia narrativa biográfica y sus conflictos. Nada escapa, desde un accidente o una infección viral, a la majestuosa responsabilidad que tenemos sobre nuestra realidad y nuestro auto-descubrimiento. Lo que hemos aprendido a ver como un proceso de enfermedad no es más que la vida abriéndose paso y no hay vida sin proceso de enfermedad.
Lo que conocemos como enfermedad actúa limitando a nuestro ego de manera inevitable. El ego vive esto como sufrimiento y activa el resurgimiento de la tragedia inscrita en la narrativa personal. El componente de comprensión que sobreviene a la limitación de la acción de control del ego es milagroso. Ya sea que nos curemos o abandonemos este mundo esto puede resultar en una resolución satisfactoria o un proceso inconcluso que continúa con resentimiento o depresión.
No todos podemos "internarnos" en ese auto-descubrimiento y salir triunfantes y fortalecidos, pero aunque llegue la hora de partir y lo vivamos como trágico para nosotros mismos, en algún momento, así más no sea un segundo antes que la vida deje el cuerpo, nos sobreviene una conciencia plena de la vida universal como una ola refrescante y suave después de una tormenta agobiante.
Javier Sosa (notas de un libro por publicar)