Él era una puerta oscura en un tiempo que pasó.
Se encontraba noche a noche con los hacedores de palabras
porque había perdido a su mujer en la niebla.
Quería un lugar en el mundo
pero jugaba a ser hombre.
Un profesional de la palabra
y de la mentira,
supo abrirse paso con la lujuriosa excusa de escalar
aunque sin pisar cabezas.
Su cobardía le hacía daño
y pronto comprendió que del vacío
no puede hacerse más
que reconocerse humano.
Pobre hombre aquel que aún sueña
que va a ser diferente
cuando sólo intenta ver su reflejo en los otros.
Este quien no supo entenderlo...
puerta oscura
sin manijas ni cerrojos
tenía sólo una mirilla donde observar al mundo.