Relatos bajo la forma mágica de una propiedad ajena, la del lector. Autoría encubierta en mentira y espejo del que no soy... del que lee. Siniestro juego, encanto de una pasión más allá de mí mismo, inscripta en un otro siempre ausente de mí... agonía de un deseo que se hace signos: símbolos de quienes somos o hacia donde vamos... Entre el silencio y la línea que nos divide: palabras, traducciones de nosotros mismos, lenguajes de nuestra propia ausencia.

jueves, 11 de marzo de 2010

La Espina

La tía Alivis suponía que su mayor preocupación no era la situación laboral de su sobrina sino lo que ella debía vestir. Por eso la llamaba todas las noches a la hora en que la luna no hace sombra en el suelo para preguntarle qué tenía puesto, dónde se mostraba con esa ropa y quién la veía. Como la respuesta de su sobrina no era de su agrado, la tía Alivis se transformaba en una flor carnívora de peculiar color y textura. Su sobrina cortaría las llamadas riendo... y ofuscada la tía por abrir sus flores, comería moscas.

Jorgelina Martinez Delfa y Javier Sosa