Las palabras se habían tendido sobre la mesa a poco de servir el te
Ese brebaje viscoso lleno de esencias
Los comensales y sus muertos se habían alistado y fueron las cinco.
Ningún conejo sacó su reloj para indicar la hora,
puesto que el tiempo se había hecho su lugar en la mesa y ya era hora
Pronto se oyó un canto lejano
una melodía antigua cargada de misterio
todos anhelaban su maravillosa continuidad en sus mentes encantadas en sortilegios sonoros
Habíamos hecho tanto ayuno para despertar del letargo
Pronto los ojos de todos se encontraron y alzando sus tazas, bebieron con júbilo
Los muertos tomaron cuerpos nuevos y los vivos pasaron a mejor vida
Nunca supe en cuál me convertí... a veces llevo el júbilo de los muertos o el desatino de los vivos...
Y también canto la melodía antigua en recuerdo de la mesa donde el té del tiempo fue servido.