Los pliegues de su carne se dejan atravesar para soportar el peso de otro cuerpo en constante vaivén.
Fueron muchos hombres para repetir con algunos.
Era fácil. Era invisible. Era prolijo. Era limpio.
Y, entonces, entregado a satisfacer para ser satisfecho, su mirada y su piel se fueron apagando.
En el deporte del porte varonil, en el placer por el placer, en el juego de elegir al mejor... en el silencio de vibrar en el vacío, yo fui el equivocado, el silenciado, el desaparecido, sólo un cuerpo más.