Mato los pájaros del silencio con un poco de tu mirada...
Luego me vuelvo sobre mi espejo e intento el sortilegio de la sonrisa.
Habíamos caminado mucho en la noche y en el desierto...
Nuestras bocas secas y frágiles sangraban la memoria de nuestros pies descalzos.
Aún no nos habíamos visto... el espejismo de nuestras oscuridades permanecía intacto...
Fue el sol y el día donde recobramos la fuerza... unas orillas de un río saciaron la sed...
y en el abrazo te supe mio como reconociendo quien había sido yo todo este tiempo.