Mi dolor no es moneda.
Sin embargo, cursa en mi una deuda impagable.
Debo dar crédito a ese dinero que me hace desear,
que me desborda, que me complace,
y que vuelve a hacer a mi dolor.
Mi padre, que en paz descanse,
trabajador incansable para que yo sea.
Esto de tener para comer y vivir.
Esto de vivir en un mundo que agita el tener.
Yo quedo en deuda hoy, no sólo de dinero,
sino de la paga de ese crédito incómodo y roedor,
que es el dolor mismo por ser y por desear.