Relatos bajo la forma mágica de una propiedad ajena, la del lector. Autoría encubierta en mentira y espejo del que no soy... del que lee. Siniestro juego, encanto de una pasión más allá de mí mismo, inscripta en un otro siempre ausente de mí... agonía de un deseo que se hace signos: símbolos de quienes somos o hacia donde vamos... Entre el silencio y la línea que nos divide: palabras, traducciones de nosotros mismos, lenguajes de nuestra propia ausencia.

martes, 3 de agosto de 2010

Adentro



Es el amor. Tendré que esconderlo y desaparecer.
Se elevan las paredes de esta prisión de madera, como en una pesadilla atroz.
La máscara es la misma, pero no es la única. ¿De qué me servirán mis artilugios, mis sortilegios, mis hechizos, las galerías de la inocencia, la amistad ausente, el hábito masculino, la obsesión textual, el armario y su sombra, la noche interminable, el sabor a silencio?
Estar con vos o no es la medida de mi tiempo.
Ya se resquebraja mi coraza y caen todos mis delirios al negro vacío de este mundo.
Por ser hombre y amar a un hombre. Por desear la carne prohibida en el deseo opuesto.
Esta sombra no trae paz.
Dicen que es amor. Es, me consta, la ansiedad y el olvido de tu voz, la espera y el recuerdo, el horror de vivir lo sucesivo.
A este amor le ganan los cuentos de hadas, las películas y las canciones porque no han sabido decir este amor, porque desconocen sus mitologías secretas.
Y ya sé, con dolor, que no caminaré la arista de tus encantos.
Ni tus ojos me mirarán como lo anhelo tan precipitadamente.
La guerra me rodea, las muertes preparadas para mí.
(Este armario es irreal; pero no te das cuenta).
Tu nombre y tu piel quedaron afuera.
Me duele un hombre en todo el cuerpo.