La noche se cierne sobre mis ideas. Las batallas de la memoria abruman mi pensamiento. Debo partir pronto a no-sé-dónde. Sólo podré tomar algunas pertenencias e irme. Ayer llegó una carta. Sus palabras me instaban a desaparecer de aquí. No podré saludarte y no sabrán de mí los demás. No puedo decir más que esto, lo cual no es poco. Ni siquiera tengo la certeza de que estas palabras las lea alguien. Una flecha oscura ya sangra mis sentimientos. Sin embrago, quisiera pensar que es diferente, que mañana podremos vernos bajo la dulce higuera de abril que nos inunda con su aroma y su sombra. En esta hora y en este lugar dejo para tí mis palabras y mi recuerdo. Ya no puedo prometer ni mi propia existencia. Sólo sé que mi amor por tí se acrecienta en la partida y que nada podría alegrarme más que sentir tus manos en mi frente… tus manos en mi corazón... y sin tus manos, tengo merecido mi destino.
Javier Sosa